VISITO tu cuerpo
vestido de colores ardientes.
Te ausculto el corazón
inflamado de heridas
que duelen y no dejan
paso a la luz externa.
Tu tensión se afloja
entre mis manos expertas
que buscan los pozos
de tus entrañas.
Respiras levemente
recogiendo el aire total
con los pulmones encogidos.
Apenas recoges una bocanada
de viento que endulza la mañana.
Sendos zapatos te miran
desde su escondite.
Quieren rozar tu piel marchita
y brincar con la lluvia.
A lo lejos del edificio cuadriculado
se extiende la aurora con
mil rayos de sangre.
Y brilla la sonrisa
del último lucero.
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