LA NIÑA DE LA
COLINA
De
Felipe Sérvulo
Ayer tuve el honor de presentar a un gran poeta, a un
maestro y a un amigo. Felipe es sin duda un gran referente en mi trayectoria
poética. El prólogo de mi primer libro “Vientos Azules” está escrito por
él. También mi blog que lleva el mismo
nombre nació en un momento en el que creía que la poesía no era un lugar para
internet; pero finalmente me convenció de lo contrario. Por último, me abrió
las puertas al grupo “El Laberinto de Ariadna”, un colectivo de escritores y
poetas que se reúnen los viernes cada quince días en el Ateneu de Barcelona.
Hace unos años, un día Felipe me dejó para leer el
borrador de “La niña de la colina”. A mí me pareció genial, mágico, así de
sencillo. Me preguntó si veía alguna palabra o un verso que cambiar; pero no
supe qué decirle porque realmente me encontraba con una obra perfecta, desde el
principio hasta el final.
Como el poeta ha dicho en varias ocasiones “La niña es ese ser que todos llevamos
dentro, nuestras íntimas fantasías que de vez en cuando vienen a nosotros”. Y
la “colina es Tara” la residencia de los reyes de
Irlanda, un lugar sagrado e ideal. Y en Tara – en otra Tara distinta y lejana -
está Vivien Leigh. La pobre niña, en su extravío, quiere vivir en ambas”.
Es un libro nostálgico, elegíaco
en dónde el dolor está contenido. Ya desde esos primeros versos: “Percibo el cansancio en tu mirada/ y tus
párpados llevan/ el íntimo secreto de tantos domingos/ domados por la vida”.
Un dolor que a veces crece: “Que hacer
después/ del abandono,/ sino robar hogueras,/ buscar al poeta,/ mendigar la
humedad de otra orilla” y puede llegar a rozar casi la desesperación o el
delirio. Entonces se pregunta: “¿Adónde
vas con la boca/ encendida de musgo?/ ¿Por qué voltean/ todas las campanas?/ ¿Por
qué estas lágrimas/ de arcilla que me ciegan?/ ¿Por qué me dejas/ tan
temprano?”
Luego, cuando llega la amada, esa
niña tan deseada el gozo es inmenso: “Así
vienes tú: llegas a mí/ y asciendes por mis venas;/ te conjuras en mi esencia
solitaria,/ y tu boca despierta de besos,/ florece mi desierto/ con cerezas y
damascos”.
Por último quiero destacar que el
trabajo de Felipe es artesanal. Pule cada palabra, cada adjetivo y cada
adverbio. Su verso corto es hondo, reflexivo y puro. Nada sobra. El poemario está
dividido en dos partes: “Ausencias y más razones” y “Universos paralelos”. El
hilo conductor es el yo evocador, seguido del tú, esa niña que espera que
llegue y se quede para siempre, como nuestros sueños que nos acompañan y
permiten elevarnos hasta lo más sublime.
¡Felicidades por este maravilloso
libro!
Micaela Serrano